sábado, 21 de marzo de 2009

Reflexión: La onda del celular

Nadie puede negar lo útil que es ahora un celular. Es cierto. Nos ahorra dinero, tiempo, trabajo, riesgos innecesarios, nos "acerca" más y un sinfín de cosas.
Es indudable que otro sería el mundo si no existiera ese invento.
Sin embargo, hay días en que sencillamente les agarro un odio que me hace preguntarme hasta que punto realmente nos acerca.
Nos "acerca" digo, porque sí nos acerca de la personas que tenemos lejos, pero muchas veces nos aleja de las que tenemos al frente.
Primero les cuento lo que me pasó. Luego mi reflexión.

Recuerdo que un día salí con mi viejita a comer algo por ahí. Yo supuse que al mismo tiempo, no sé, conversaríamos de algo que nos interesara a ambos, o quizás me contaría algo de su vida o yo algo de la mía a ella.
Si bien es cierto algo hablamos sobre posibles proyectos que ella estaba pensando realizar. No duró mucho. Y creo que es fácil deducir por qué. Sí, su celular, sonó. Era mi hermana para decirle, quejarse, manifestarle, o lo que sea que quisiera decirle pero que necesitaba decírselo por teléfono porque al parecer no existe tiempo para conversar en casa.
De lo alegre e interesante que prometía ser la reunión se tornó en algo insoportable, algo de lo que quería escapar pronto. De hecho prefería estar solo en mi cuarto trabajando en lo mío que tener a mi madre al frente conversando… por celular.
Hasta ahora me pregunto si me hubiera prestado más atención si es vez de conversarle directamente hubiera marcado su número para hablarle por celular (aun cuando la tengo al frente).

No es la única vez que me ocurre algo así tanto con familiares como con amigos. De hecho cuando yo voy a conversar con alguien importante para mí, por lo general hago una de dos cosas: si es muy, pero muy importante esa persona, apago el celular porque no quiero ser interrumpido o en todo caso lo pongo en silencio y para decidir si contesto o no. Sí la conversación no es tan importante y recibo una llamada, contesto lo más rápido que puedo y continúo el hilo de mi conversación.
Y actúo así porque sencillamente sé lo que se siente ser desplazado por una conversación electrónica en la que muchas veces el desenlace es la postergación (y casi siempre olvido) del tema del que se hablaba.
Desde mi punto de vista, una forma de demostrar a la otra persona que realmente te importa lo que le estás diciendo no sólo radica en prestar atención a lo que te dice, sino también es darle el grado de importancia que se merezca. Si un día te encuentras conversando con alguien y de repente llega una llamada, contestas y al final de la conversación te llegas a percatar de que la conversación por teléfono duró más que la personal, entonces hay algo que debes solucionar y pronto, salvo que esa persona no sea realmente importante para ti, porque si eso es lo que ocurre, entonces, mi sugerencia es no propicies conversaciones personales a menos que estés dispuesto a ignorar por un momento (el de la conversación) lo que otros, casuales entrometidos, tengan que decirte. Y al mismo tiempo, demuestras un poco de respeto por la otra persona.
Critica mi juicio o no lo hagas, sólo tú sabes cómo actúas cuando en medio de una conversación personal llega la señal a tu celular y lo hace timbrar…

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